Los senderos de mi cuerpo se tapizaron de hojas secas,
color de miel y madera, con olor a otoño y a nuez.
Y la puerta que estaba abierta y el giro que va a la izquierda
me descubren real, lastimada, marcada, llorada y muy cansada.
Cansada, carajo, cansada.
Rasguñada, amortajada, un poquito esperanzada.
Y en mi cama la sangre, la llaga, el testigo de todas mis fallas.
Totalmente descarada. Totalmente disfrazada.
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