enero 27, 2009

Crack


Crack.
Olga Cuellar.

A veces a una se le suben los calores, como que siente que el infierno se le acerca y entonces, simplemente, una deja de pensar.
Tengo fresco el aroma de esa noche en el hotel, el aire olía a mierda y eso me excitaba, era una mezcla de sudor, cigarro y putas y nosotros dos bestias en apareamiento. Ladrábamos, arañábamos, babeábamos, era un vicio convertido en culto al diablo, estábamos enredados en una demencia sexual exquisita y repugnante.
Una tiene sus reglas para jugar sucio pero no sus límites y ese día yo estaba enfurecida. Rabiaba de lujuria y de odio por haber sido rebajada a su animal y con cada una de sus salvajes embestidas, a mi se me iban ocurriendo ideas.
¿Cuándo empecé a ser la basura de su cama? ¿Por qué nunca me defendí? ¿Por qué me gusta?
A veces, como esa noche, una se enoja de tanto acordarse y sin querer le viene la sed de venganza. Tenía ganas de ahorcarlo, de patearlo, de cobrarme con la mano cada una de sus porquerías. Quería verlo bañado en sangre, aplastarle los sesos con las manos y embarrármelos, como untándome una victoria. Quería matarlo.
Me acuerdo que me tuvo como media hora viendo hacia esa puntiaguda y oxidada esquina de la cama. Pobre, no sabía que se estaba cogiendo a su propia muerte…
Lo agarré de la raíz del cabello y lo arrodillé frente a mi, el pensó que jugábamos, me burlé y con todo el odio de mi sexo de un solo golpe le encaje la cara en la punta de la cama y cuando escuché su aullido de dolor, enloquecí. Le di el segundo golpe, el tercero, el cuarto, cada uno con más fuerza, la sangre brincaba por todos lados y cuando me salpicaba, era como un bálsamo refrescante que me incitaba a más. Otro mas, le aplasto el ojo y otro para romperle la nariz. Otro, otro, quería ver su sufrimiento. Me levanté de la cama con su cabeza entre las manos, lo arrastré de un solo jalón y le restregué la cara en la pared áspera, golpe en el piso, patada en le estómago, otra vez pared, piso. Tenía una fuerza intensísima que me venía desde el vientre, era como si tuviera un demonio adentro.
Ya estaba medio muerto, pero todavía tenía el pito parado, pinche masoquista. Y ahí estuvo mi verdadera venganza, ahí, desde donde se originó todo mi odio. Lo agarré de los huevos con toda la fuerza de mi puño hasta que se puso morado y con la otra mano le partí los músculos en un solo movimiento. Grité como una loca en éxtasis, creo que tenía los ojos desorbitados.

- Crack. -


Los solté, lo vi, tuve nauseas y vomité ahí arrodillada junto a su cuerpo pestilente. … Ya vez que una se engolosina, yo quería ver más y tenía todo el tiempo del mundo.

enero 08, 2009

A mi vida la acaricia el sol de una nueva mañana, con todos los augurios de luz que podía traerse consigo. Y entiendo que cuando llegan las olas, es mejor dejarse llevar por ellas y vivir con la corriente de la vida, que siempre te sorprende...